Recientemente, supe que a una amiga le detectaron cáncer de mama, otra amiga debe
hacerse una biopsia para descartarlo, a un familiar de una amiga le amputaron una pierna y
otro familiar sufrió un traumatismo de rodilla, está sin poder usar su pierna. En fin, tu y yo
tenemos gente cercana o quizás nosotros mismos, pasando situaciones difíciles, que nos
desestabilizan y nos hacen tambalear. Momentos, donde experimentamos, profunda e
intensa oscuridad, peligros extremos, donde los diagnósticos médicos son desfavorables,
donde nos embarga la tristeza; el temor, el desaliento, la desesperanza, la duda y la
impotencia. Donde ya no creemos ver un futuro, donde las situaciones se salieron de
nuestro control; donde nuestra rutina abruptamente se ve interrumpida y nuestro día se
oscureció. Esa larga y desolada noche. A esos momentos le llamo, pasando el valle de la
muerte. La biblia, habla de ellos, en el libro de Salmos 23:4 afirma: “Aunque ande en
valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu
cayado me infundirán aliento”. He estado meditando en esto en los últimos días, pensando
en vos que estás “pasando el valle de la muerte”, y recordándome de cuando yo misma he
andado transitándolo. El valle está usualmente rodeado de montañas, ten cuidado con ellas,
que no te dejan ver el horizonte, y puede el valle dar apariencia de tu final, pero, siempre
hay algo más después de la montaña que rodea el valle, solo debes de atravesarlo. Y Dios
promete, que estará contigo. No temas, cuando pierdas el ánimo y la fuerza, Él te infundirá
el aliento que necesites para continuar la travesía. Has pensado que estás solo, pero no lo
estás. Dios está contigo. Recuerda, tu valle no es para morir. Un horizonte nuevo está
esperando por ti.