Brasileña Rojas aborda el dolor de migrar.

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La cineasta brasileña Juliana Rojas se encuentra en la Berlinale con "Cidade; Campo", un filme "muy personal", según explica a EFE, que aborda el dolor de dejar lo conocido para migrar a lo opuesto y desconocido, así como la pérdida y la memoria. La película habla de temas "existenciales" como los sentimientos de uno cuando cambia de ambiente, cuando migra del campo a la ciudad o viceversa, y las relaciones entre hijos y madres y padres y su conexión con su memoria y ancestralidad, explica la realizadora.-EFE/Elena Garuz

Berlín, (EFE).

La cineasta brasileña Juliana Rojas se encuentra en la Berlinale con “Cidade; Campo”, un filme “muy personal”, según explica a EFE, que aborda el dolor de dejar lo conocido para migrar a lo opuesto y desconocido, así como la pérdida y la memoria.

La película habla de temas “existenciales” como los sentimientos de uno cuando cambia de ambiente, cuando migra del campo a la ciudad o viceversa, y las relaciones entre hijos y madres y padres y su conexión con su memoria y ancestralidad, explica la realizadora.

“Y hay muchos pequeños elementos en la película que tenían que ver con mi propia historia y el universo de mi madre y de mi padre, y coloqué mucho, de una manera simbólica, en la historia”, agrega.

En este sentido, “es un filme muy personal, en el que me expongo mucho, y eso te hace más vulnerable también”, afirma.

Dos historias de migración en un filme en dos partes

Siempre había pensado la película en dos partes, porque quería mostrar los dos espacios, de la ciudad y del campo, y los dos momentos de migración, con personas distintas, con historias distintas, explica.

Así, tras unas devastadoras inundaciones en su pueblo, Joana, que ha perdido todo, su casa, sus campos y sus animales, aparece por sorpresa en la casa de su hermana Tania en São Paulo, que vive con su nieto Jaime.

En la ciudad, Joana deberá abrirse paso en el mundo del empleo precario como personal de limpieza y hace amistad con sus compañeras, con las que lucha por unas mejores condiciones laborales, lo que da un nuevo sentido a su vida.

La relación que entabla con Jaime, por otra parte, le hace recordar a su hijo desaparecido.

La segunda historia es la de Flavia, que se traslada con su pareja Mara de la ciudad a la granja de su padre tras la muerte de éste, con el que apenas tenía contacto

En la casa de su padre, Flavia descubre aspectos desconocidos de su progenitor y no puede deshacerse de la sensación de que algo siniestro está ocurriendo en el bosque que rodea la casa.

La pareja lucha por empezar una nueva vida en medio de las duras condiciones propias del campo y las fuerzas de la naturaleza les obligan a enfrentarse a viejos recuerdos y fantasmas de su pasado.

Ambas partes del filme están conectadas por la temática y también por ciertos elementos, explica Rojas.

Así, muchas veces en la película hay una oposición -como la de Joana con su hijo y la de Flavia con su padre o que Joana perdió su lugar de origen y se está estableciendo en la ciudad y Flavia se esta reconectando, regresando al campo-, pero también hay puntos en común, como la sensación de pérdida y la memoria.

La sabiduría del campo, en peligro de desaparecer

Rojas explica que una de las inspiraciones del universo de su filme tiene que ver con su familia: por parte de su madre tiene familiares campesinos del interior de la región de Minas Gerais, de la que también es Joana, y algo que le marcó mucho es el conocimiento de la tierra, de las plantas y de los animales.

Es un conocimiento que se está perdiendo, porque los miembros más jóvenes de su familia ya no quieren más ser campesinos y quieren emigrar a la ciudad, señala.

“Es una sabiduría que pasaba de generación en generación y ahora está comenzando a interrumpirse (…) Para mí es todo un universo que es muy rico y que se pierde”, lamenta.

La directora quería además que su filme tuviera una aura “onírica y fantasmagórica” al hablar de la vida y de la muerte, de este mundo y de un mundo invisible y quería trabajar esta dimensión de espíritus y fantasmas, por ejemplo, cuando a Joana se le aparece su hijo y a Flavia, su padre.

Respecto a que su filme esté en la Berlinale, la realizadora dijo estar “muy contenta y muy emocionada”, porque fue una película que costó mucho acabar, debido a diversas dificultades como la pandemia, la falta de apoyo a la cultura durante el anterior gobierno en Brasil y los correspondientes problemas de financiación.

Además se siente muy contenta de formar parte del programa a competición Encounters, porque considera que es una sección que muestra “un tipo de cine que busca otras maneras, otras imágenes”.

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