En la tumba de Rubén Darío, en la Catedral de León de Nicaragua, reposa una escultura de un león llorando. Su tristeza simboliza el sentimiento por la pérdida del más grande escritor y poeta nicaragüense. Hoy representa a una ciudad que, por razones negacionistas, no quieren reconocer los 500 años de fundación. Las lágrimas que brotan de ese león dolido son las lágrimas de ciudadanos leoneses que amamos esta bella ciudad.
Han dejado a un lado los 500 años de León de Nicaragua, argumentando razones empíricas sin fuentes sustentables. Sin embargo, es crucial comprender que León ha experimentado una continuidad histórica, trasladándose en 1610 a su ubicación actual sin una refundación formal ni informal.
Un León doliente
En León, el espíritu de resistencia y la riqueza cultural se entrelazan desde hace siglos. Sus calles emanan historias de valentía, lucha y progreso. Cientos de años de legado y contribuciones artísticas, literarias y sociales merecen ser reconocidos y honrados.
Además, León ha sido un faro de conocimiento y sabiduría, albergando la primera universidad de Nicaragua y la segunda de Centroamérica.
Es injusto que las autoridades que nos representan no defiendan la importancia de los 500 años de León de Nicaragua. Es su deber crear una comisión que defienda legalmente la fundación de nuestra ciudad, porque guardar silencio es consentir.
La grandeza de una ciudad no se puede medir solo por su fecha de fundación, sino por su papel histórico, su impacto en la sociedad y su capacidad de prevalecer ante los desafíos del tiempo.
El león doliente, representado en esa escultura, también simboliza la decepción y la frustración de una ciudad que merece ser celebrada y reconocida en igual medida que las ciudades de América que ya han cumplido 500 años y las que pronto lo harán.
Es hora de hacer justicia y dar la debida atención y reconocimiento a los 500 años de León de Nicaragua.
León hoy y siempre hará valer su historia y su espíritu indomable, seguirá rugiendo con fuerza y orgullo, recordándonos que su legado trasciende cualquier obstáculo.
Por. Frank Rivera para Tayakan.com