Por Sandra Chiong
El mundo sufre de estrés. En términos sencillos podemos considerar estrés al mecanismo que se pone en marcha en una persona cuando ésta es acribillada por un exceso de situaciones que superan sus recursos.
El estrés produce patologías médicas como la presión arterial alta, insuficiencia renal o cardíaca, diabetes, obesidad, depresión, ansiedad, problemas de la piel, acné o eczema, entre otros. Y cualquiera de esos padecimientos podría aniquilarnos. Una depresión o ansiedad dependiendo de sus niveles, puede terminar hasta en suicidio. Este mal es sumamente importante.
Sin embargo Cristo vino para darnos vida y en abundancia. La pa-labra en Salmos 94:19 dice “Cuando mis inquietudes se multiplican dentro de mí, tus consuelos deleitan mi alma.” Encuentra esa fuente de consuelo que necesitas en Cristo y en su palabra.
1 Pedro 5:7 afirma: “Echando toda vuestra ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de vosotros.” No permitas que esa situación que está sobrepasándote te destruya, saca a ese “yo vencedor” que todos tenemos dentro, porque lo traes en tu genética espiritual, somos más que vencederos en Cristo, si él venció nosotros también venceremos.
Proverbios 12:25 te dice: “La ansiedad en el corazón del hombre lo deprime, más la buena palabra lo alegra.” Busca esa buena pa-labra que te alegre de nuevo el corazón, en familia, en amistades, en la iglesia, en Dios. Recuerda que toda situación adversa, se evalúa dependiendo del lente con el que la veas, tu mala situación presente, puede servirte para bendición o destrucción, eso dependerá de cómo la percibas. ¿De qué ángulo estás viendo el problema? Quizá lo único que necesites es cambiar de ángulo y te darás cuenta que no es tan grave como te parecía al inicio. Dios nos promete en Isaías 26:3, guardarnos en completa paz, si nuestro pensamiento y confianza están puestos en Él. Aprende a poner tu confianza en Jehova.
